miércoles, 16 de septiembre de 2009

Claudio Muñoz.- Tío Claudio

Por.- Leopoldo Valdés
Hay personas que marcan en la vida; hay gente sencilla y anónima que poseen la virtud de armonizar su vocación con su profesión y gracias a es sincronía, entregan en su tarea diaria la plenitud de sus capacidades, irradiando una existencia plena.
Don Claudio Muñoz, nuestro tío Claudio, es la personificación de quienes sin mayores declamaciones ni figuraciones, con la mayor de las sencilleces, una de sus mas nítidas características, a través de su labor contribuyó decisivamente a la formación de innumerables generaciones de institutanos, dejando en cada uno de nosotros la huella indeleble de sus nobles valores.
Fue nuestro profesor jefe durante más de la mitad de nuestras vidas escolares, tranformándose en nuestro maestro, guía y entrañable amigo, tarea no menor cuando se es responsable de cursos que nnca bajaron de los cuarenta adolecentes.
El tío Claudio personificó a aquel maestro que uno siempre quisiera que aparecieran en la vida de nuestros hijos, maestro con
mayúsculas, fraterno, sabio; acogedor y cariñoso, pero firme y enérgico a la hora de enderezar rumbos y corregir errores. En su autenticidad estaba su sabiduría, nunca pretendió mostrarse mas de lo que realmente era, un hombre con un corazón gigante, comprometido con su tarea formadora y que frente a cada situación aplicaba siempre su superlativo sentido común; de él aprendí en forma personal, que la vida en gran parte esta condicionada por la forma como uno la asume y en momentos muy difíciles de mi adolecencia tuve siempre en el tío Claudio una palabra sabia, un gesto cariñoso y un reto oportuno, un aliento para levantarme, un consejo para aclararme.
Nos acercó a la fe, enseñándonos la humildad frente a la magnificencia; nos potención en nuestras capacidades, enseñandonos a tener confianza en nuestros talentos e inculcándonos la obligación de desarrollarlos y a ponerlos al servicios de los demás; nos enseñó a luchar por la justicia y a no tener temor en levantar la voz, con respeto pero con firmeza, cuando nos parecía que la causa era justa; nos enseñó a amar no teniendo pudor en demostrar que los verdaderos hombres son los que tienen la capacidad de expresarlo; nos enseñó a ser solidarios con el que sufre y atender siempre la mano a quien lo necesita, a servir por sobre ser servido.
Las enseñanzas que nos inculcó durante todos los largos años en que fue nuestro profesor jefe se asimilaron a través de la inmenza fuerza que tenía su método. Su pedagogía estaba basada en el mas poderoso de los textos, en la mas magistral de las cátedras:
su permanente testimonio, su propio ejemplo de vida.
Gracias Señor por haber nos permitido tener a un Maestro como el tío Claudio.
A toda su familia le hacemos llegar nuestro apoyo y cariño, en especial a Claudio, su hijo que también fue nuestto compañero de curso de toda la vida en aquellas correrías por los viejos pasillos del recordado edificio de Alameda con Lira, sede de su querido Luis Campino.
En nombre de todos sus ex alumnos, en especial de la generación de 1976, damos las gracias por haberlo tenido. Fuistes un hombre de esos que verdaderamente vale la pena conocer, de esos hombres que se necesitan cada vez más y con mayor urgencia para construir un mundo mejor.
La gracia del Señor te bendijo; pocas personas pueden tener la tranquilidad de que su legado estará presente diario en cada uno de los dentenares de Institutanos formados por nuestro querido maestro. Descansa en paz tío Claudio con la seguridad de que tu tarea fue plenamente cumplida.

Y que es eso?...

Los cimientos del Campino


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